En una gamberra película que se llamaba La Fiesta, dos frikis se ponían a hablar y decían que los libros eran para los pobres, porque con 20 € te tirabas una semana entretenido para averiguar lo que le pasaba al protagonista de una historia que, normalmente había sido llevada al cine por lo que te podías enterar es sólo hora y media. Normalmente, las adaptaciones cinematográficas de los libros dan un pobre resultado que no se acerca ni de lejos a lo escrito originalmente. Pero como en todo hay excepciones y hoy hablo de una. El niño con el pijama a rayas.
Tuve la suerte de ver la película antes de leerme el libro. Si la peli hubiera sido peor quizás no habría sido una buena idea, pero visto lo visto, no me arrepiento. En el cine tuve muy buena sensaciones, una historia bien contada, una ingenuidad bien entendida, una fotografía tan fría como debe ser un campo de concentración, unos actores sobrios... Y un final duro y bordado. salí del cine como tenía que salir, medio llorando, aflijido, consternado... Para eso había ido.
Y luego me compré el libro y... nada.
Narrado desde la perspectiva de un niño, la historia es la misma, pero el resultado es diametralmente opuesto. Bruno es el hijo de un militar nazi que se va a hacer cargo de un campo de concentración y una vez allí, entabla amistad con otro niño de su misma edad pero que vive dentro de la verja. La ingenuidad de Bruno es desesperante, demasiado para mi. Contar historias serias a través de la ingenuidad de un niño no es un recurso nuevo, otros muchos lo han hecho y con mucho mejor estilo y resultados más convincentes. Recomiendo, Una buena idea de Antonio Álamo, por ejemplo. Pero en esta ocasión, la cosa llega a desesperar porque está mal hecha, mal contado y ya está.
Menos mal que en la película lo han arreglado, haciendo de una buena historia mal contada una buena película. Cosas de mezclar artes.
1 comentario:
bien!! gracias por contar tu experiencia, tengo un dos x uno para esa peli, verè quien me acompaña... me llevo pañuelitos..
un beso, Vero.
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