miércoles, 29 de julio de 2009

Notas de un viaje transoceanico


- Europa existe. Hacer escala en Amsterdam es como hacer escala en Madrid, Barcelona o Jaén. No hay nada que me indique que estoy en otro sitio al mío. Las tiendas tienen los mismos productos, pago en Euros, los destinos son los mismos y los aviones son de compañías conocidas. Sólo una diferencia: me veo más moreno en relación a los demás.
- Los vuelos a EE.UU. deben pasar un control de seguridad extra.
- Antes de entrar en ese control un tío me pregunta si me han dado una bomba para meter en la maleta. Le digo que no. El tío se lo cree y me deja pasar.
- Al entrar en el avión recuerdo porqué mi licencia de piloto de vuelo no me deja llevar aquel armatoste enorme. Es tan grande como cuatro de los que me traen y llevan a Asturias (cuando hago vuelos directos). Dos asientos en la fila derecha, cuatro en medio, dos asientos en la fila izquierda. Sesenta filas más o menos. 240 pasajeros.
- Me toca en medio del avión en las filas de en medio. A mi izquierda una madre con su hija de 2 años. A mi izquierda otra madre con su hija de 6 meses. Hay otro baby boom en el mundo y a mi me ha pillado en el centro.
- Las niñas son buenísimas. La más pequeña es mejor, llora menos y sonríe más. De todas maneras, sus llantos no me molestan y no sé porqué. ¿Será el instinto paternal? El caso es que les debo haber gustado porque me miran y se ríen.
- Las madres aprovechan la situación para encasquetarme a sus crías cuando quieren ir al baño. Le hablo en español y las niñas me miran alucinadas.
- Los aviones han mejorado, pero la comida sigue siendo un asco. El pollo que me como lo debieron matar en el 86. Está crionizado y sabe a pastel de manzana.
- Cada asiento tiene una tele y un mando a distancia con un ofertón de películas. Me pongo “El Luchador”, luego un capítulo de “House” y termino viendo “Otra vez 17”.
- Me duermo.
- La azafata me despierta y me dice que si soy un “alien” en EE.UU. tengo que rellenar el papelito verde. Le enseño uno que rellené por Internet y me dice que ése no vale. Me da uno (exactamente igual que el que ya tengo) y me dice que conteste.
- Respondo “no” a las preguntas de si he tenido algo que ver con el genocidio judío, a si soy nazi, a si pretendo atentar a América, si he sido condenado en EE-UU., o si pretendo quedarme ilegalmente allí. Muy amablemente el papel me dice que si he respondido a alguna de esas preguntas afirmativamente tenga la bondad de decirlo a la tripulación.
- Llegamos.
- Las niñas se despiden. “Say goodbye” le dicen las madres al tiempo que las dos sacuden sus manitas (ese tema es internacional). Les saco la lengua (una vez más).
- Llego al control. Un italoamericano me pregunta de muy buenas manera a qué vengo a Michigan, cuando le digo que a un entierro lo dejo hecho papilla. Me dice que lo siente y me deja pasar… No sin antes plantar mis huellas dactilares en una máquina y sin que me hagan una foto. ¡¡El secretario de defensa, el FBI, la CIA y todos los departamentos de inteligencia de seguridad tienen todos mis datos!! (¿A que suena a peli de palomitas?)
- Al salir me están esperando. Huele a USA, huele, en cierta manera, a un poco mi casa.

2 comentarios:

laportademanolomartinez dijo...

Buen retrato de tu viaje en avión, me pareció estar allí contigo, al leerlo.

J.M. Ojeda dijo...

¡Buenas! ¿Ya de vuelta?
El viaje de todas formas, entre unas cosas y otras, entretenido.
Y por lo que cuentas muy bien acompañado.
En fin, cosas de los viajes, y de los americanos.
“El olor a USA”
¡¡Sí ese olor peculiar, y dependiendo de la zona…!!
Claro que, se echa de menos el olor a Ajo. ¿No? ¡¡Sí,i,i,i,i.!!
Saludos de J.M. Ojeda