No es la casa de mis sueños pero se parece mucho. Está en San José y llevo aquí retirado varios días. Todo va según el plan previsto, he comenzado a hacer deporte y mi cuerpo responde bastante bien al ejercicio físico; la Olimpiada en televisión de plasma responde a mis expectativas a pesar de que no concretemos las diferentes opciones de medalla que se nos presentan; y escribo. Son dos novelas las que llevo adelante sin saber cual de las dos llegará al final del camino.
Pero ayer me pasó de todo y me ha hecho reflexionar sobre la dificultad de los problemas cotidianos en agosto. Cosas que se arreglan en un plis durante el resto del año ahora son dramáticas. Dos ejemplos reales:
He perdido una lentilla. Resulta que mi óptica en Sevilla está cerrada por vacaciones. Pertenece a una gran cadena (+Visión) así que supongo que tendrán alguna central de datos así que llamo al teléfono de atención al cliente. "No, cada óptica tiene los datos de sus clientes, no tenemos una central. Lo que puede hacer es ir a una de nuestras ópticas, que le gradúen la vista y que le pidan una nueva" Osea que la red de ópticas no sirve para nada. Voy a montar yo una red en la que todas las ópticas estén interconectadas y si tienes un percance en una ciudad distinta a la tuya allí también te podrán arreglar el problema porque tendrán tus datos y el precio que pagaste. Negocio redondo. Pero mientras... ando con gafas.
Mi frigorífico no anda. He pagado una pasta por esta casa maravillosa que tiene de todo... pero que tiene una nevera modernísima que no va. Toda la comida se me va a poner mala y mi casero hace lo que puede, pero dice que en estas fechas los servicios de mantenimiento están bajo mínimos. Si vienen la semana que viene ya no me valdrá para nada. No tengo tantas vacaciones...
Para minimizar los efectos he cocinado el atún encebollado y me voy a la playa. Con gafas.
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