Cada día que pasa estoy más seguro de que lo que pasa en el Congreso de los Diputados y lo que se dice en las tertulias radiofónicas nada tiene que ver con lo que pasa en la calle. Estoy de la crisis hasta el gorro.
Si atendiéramos a lo que dicen algunos tertulianos (o tontulianos como los llaman algunos) habría que ir directamente a las barricadas, o pedir ayuda humanitaria a la ONU; si prestamos atención a lo que dice el Gobierno (en especial tras la última semana) no sabríamos a qué atenernos y si nos fiamos de la oposición el caos se ha apoderado del país y España se parece a una película fatalista de ciencia ficción que nos pinta un futuro oscuro donde la violencia y la destrucción han acabado por apoderarse de todo.
¿Es que no hay nadie que le dé a todo esto un poco de mesura?
La situación económica es mala, tenemos demasiado paro, una población poco formada y mal acostumbrada, un empresariado un poco cobarde, unos trabajadores poco ambiciosos y con todo eso resulta que la cosa no es catastrófica y que casi hemos dejado de caer. Es hora por tanto de que cada uno haga su trabajo sin esperar a que el resto le saquen las castañas del fuego. Ahora más que nunca cobra fuerza y significado la frase de Kennedy "No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país".
El Gobierno: gastar dinero en lo básico, en cuidar a los desfavorecidos y en incentivar a los que crear trabajo y riqueza.
El Parlamento: Hacer leyes que favorezcan y faciliten medidas que generen movimiento económico.
La Oposición: Dejar de protestar por todo y arrimar el hombro dando apoyo y/o soluciones alternativas. Basta del "Todo está mal".
Los empresarios: Apostar. Sacar el dinero del colchón y ponerlo en circulación.
Los trabajadores: Dejar de llorar y pedir y comenzar a dar un poquito más.
Yo: Callarme la boquita y dejar de dar consejos a los demás...
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