Un buen texto no garantiza una buena obra de teatro... Pero ayuda. Un político emeritense me reconocía anoche al acabar la función que en el teatro de Mérida habían visto muchas obras clásicas de renombre, con actrices de absoluto prestigio, y me aseguraba que alguna vez habían sido insoportables. Por eso estábamos todos tan contentos con la Medea que justo habíamos visto, porque a un gran texto lo acompañaba un elenco fabuloso y un montaje tremendo que explota todas las posibilidades de un recinto como el teatro romano de Mérida.
De la historia de Medea no diré nada, el que no la conozca debe leerla tal cual. Pero si que es importante hablar del elenco. Blanca Portillo crece en este montaje. Lo han dicho los críticos que saben de esto mucho más que yo, pero lo que vieron mis ojos es a una actriz capaz de llenar un escenario enorme, de 40 metros, ella solita, y de dejar pasmadas a 3.000 personas. Portillo encarna a una Medea llena de diferentes registros, en dos horas es una mujer desvalida y acosada por los periodistas, luego la vemos temerosa, desdichada, enamorada, ruin, vengativa o triunfante y en todas está bien.
Los actores Alberto Jiménez y Asier Etxendía también están esplendidos, una escena del centauro es brutal, con una cabellera, unos movimientos y un sonido que hacen que le acabes viendo cuatro patas al actor vasco.
Y por último está el coro que crece y crece a lo largo del montaje. No es pasión de hermano si digo que en esta ocasión mi hermana Pilar y sus compañeras de reparto le dan a la "propuesta" el sello identificativo que la saca de todo lo visto. Chicas con acordeones tocando ritmos balcánicos, chicos yendo y viniendo al son de aviones... Y una caravana que cruza un teatro romano. Si lo vieran... "están locos estos hispanos" dirían.
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