domingo, 17 de febrero de 2013

Córdoba de los Omeyas. Antonio Muñoz Molina

Tengo una especial debilidad por Antonio Muñoz Molina desde mucho antes de tener la oportunidad de entrevistarle para la serie que hicimos para Canal Sur, La Guerra Civil en Andalucía. De hecho, ir a verle para que me contara sus vivencias como nieto de Guardia de Asalto era uno de mis objetivos particulares cuando me enfrenté a ese trabajo porque ya había leído alguno de sus libros y ya me había fascinado. De él he tomado esa manera de escribir el pasado en presente que tanto me ayudó en Ángel para un final.
Con Muñoz Molina abro una sección dentro de este blog, se trata más que una crítica literaria, una recomendación. Sólo hablaré de libros que me gusten y que puedan gustar a la gente que me lee. Es un intento de disfrutar de la literatura en compañía, algo complicado en estos días en los que la soledad se agolpa incluso en los salones de las casas abarrotadas de gente.
En Octubre del año pasado tuve que pasar más de 20 días en Córdoba porque iban a operar a mi madre en el Reina Sofía. Era nuestra última posibilidad de salvarla y allí acudimos todos con esos ánimos así que Córdoba se convirtió en un lugar de llegada, de esperanza. Luego las cosas no salieron como habíamos deseado pero la ciudad conservó ese aroma de punto de llegada y siempre conservaré en mi corazón la oportunidad que nos dio Córdoba de que ella al menos pudiera luchar con todas sus fuerzas por salvarse.
Saco de una crítica de Antonio Asensi el siguiente estracto:
A finales de los años 80, Antonio Muñoz Molina recibió el encargo de escribir un libro sobre una ciudad que conocía poco y sobre un tiempo de mil años atrás. Fue el editor Rafael Borrás quien le propuso participar en la colección de la editorial Planeta Ciudades en la Historia con una obra sobre Córdoba. "Era una colección bien ideada, sin duda por el mismo Rafael, de libros que habrían de ser muy bien editados e ilustrados y en los que un autor de algún modo vinculado con una ciudad habría de hacer una evocación personal de la misma en su periodo de mayor relevancia", escribe Muñoz Molina. "En ese tiempo -añade- yo vivía en Granada. Lo más normal habría sido que Rafael, al invitarme a participar en esta colección, me propusiera un libro sobre Granada. Pero en lugar de eso me pidió que escribiera sobre Córdoba en el periodo omeya, y a mí al principio la idea me chocó, incluso me resistí a aceptarla. Pero Borrás, hombre de voz tenue y modales suaves, era también muy terminante, y se empeñó en Córdoba y en los omeyas por razones que no llegó a explicarme".

Córdoba de los Omeyas es, además de un buen ensayo, casi una novela histórica con personajes reales, tan es así que hay pocos momentos en los que uno piense que no está leyendo ficción, y espera finales de capítulos en los que los héroes ganen su derecho a tener éxito en sus empresas.
Si el objetivo del libro es provocar una necesidad irresistible de viajar a Córdoba el objetivo está plenamente cumplido. De hecho recomiendo ese ejercicio: Leer primero el ensayo y luego viajar a la ciudad para intentar descubrir esa huella omeya en sus calles, en sus gentes, y por supuesto en su mezquita y en la ciudad palatina de Madinat Al- Zahra. No lo hagan al revés, porque entonces necesitarán volver para intentar captar todo aquello que se escapó. Muñoz Molina tuvo los mejores ojos. 

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