jueves, 3 de mayo de 2012

El ombligo del mundo

Si hoy es el día de los periodistas y a mi, tras cinco años estudiando en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, me dijeron que ya era periodista, hoy es mi día. Y es también el día de muchos compañeros que antes y depués que yo, han pasado por las aulas de algún centro docente que les ha preparado para ello.
Pero en mis años de estudiante no me prepararon para los cambios tan drásticos que iban a venir años más tarde, ni siquiera lo vimos venir. Ni los más raritos lo vieron.
Por eso, en este día de reivindicaciones por el maltrato que sufre la profesión, por la cantidad de despidos en los grandes medios... y en los pequeños, por las ruedas de prensa sin preguntas, lo complicado que es mantener la libertad de prensa en pleno s XXI, y por todas las cosas que se ponen de relieve en el manifiesto de la FAPE es necesario alzar la voz.
Pero haríamos mal si sólo buscáramos los males del periodismo fuera de los propios periodistas y no miráramos dentro.
Es verdad que el mundo nos acosa, que los poderes públicos son todos unos manipuladores y nos quieren controlar; que las empresas son todas unas bastardas y nos quieren explotar y hacen ERES por capricho; que los tertulianos nunca dicen nada interesante; que la sociedad no es capaz de comprender nuestros excelsos artículos en los que sentamos cátedra cada día y nos vemos obligados a hablar con términos adecuados al languideciente nivel cultural de nuestros compatriotas; que internet es un mercadillo salvaje en el que blogueros, foreros, twiteros y gente de baja estopa nos hurta nuestro trabajo, escribiendo sin ton ni son... Si vale. Todo eso está muy bien pero...
O el mundo del periodismo se entera de que el entorno en el que vive y va a vivir a partir de ahora ha cambiado para siempre o está condenado. El periodismo nunca volverá a ser lo que era y habrá que cambiar nuestra manera de trabajar, de llegar a la gente si queremos seguir siendo útiles a la sociedad. Somos un gremio egocéntrico y fagocitante, como el de los políticos y los actores. Nos creemos el obligo del mundo y el mundo va a pasar de nosotros como no cambiemos.
Hay nuevos modelos, nuevas maneras de seguir contando lo que pasa y nosotros, los periodistas, somos los que estamos mejor preparados para poder seguir dando a la sociedad aquello que necesita desde el principio de los tiempos: información. Que seamos capaces de dar el salto evolutivo depende también de nosotros. ¿Quien se apunta?

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