El deporte de élite no es sano. Los que hemos practicado alguno más o menos profesionalmente lo sabemos. A lo largo de una temporada las lesiones, los entrenamientos, las exigencias de la competición y el instinto de superación hacen que el físico del deportista se vaya mermando. Pero eso no tiene nada que ver con lo que estamos viendo en la operación galgo destapada hace unos días que tiene a todo el mundo del deporte en vilo.
Si una persona normal se dobla un tobillo tarda más de quince días en recuperarse. Un deportista lo hace en tres. ¿Magia? No. En primer lugar cuenta con médicos que están encima de la lesión 24 horas al día, no 5 minutos cada 24 días. En segundo lugar, la capacidad de regeneración de mucho mayor en los que hacen deporte de alto nivel; y en tercer lugar, y lo más importante es que un deportista está dispuesto a seguir compitiendo con un "remiendo", en forma de infiltración y otros remedios que, aunque no curan del todo, si que permiten salir a la pista.
Entonces... ¿Dónde está el límite?
En la ley.
Hay una ley que dice qué se puede hacer y qué no. Y esa ley está basada en lo que los médicos determinan qué es tolerable y qué es peligroso para la salud. Lo bueno de la ley es que es igual para todos y marca lo que se puede hacer y lo que no.
Por eso, escudarse en que lo hacen todos no es justo. Todo el mundo recurre a ayudas para mejorar el rendimiento deportivo, pero hay unas ayudas legales y otras que no lo son. No todo vale. Y si se confirman las sospechas de la policía estamos ante un caso de una gente que se dedicaba a hacer trampas.
Para lo último dejo las acusaciones de tráfico de sustancias prohibidas que parece que recae sobre Marta Domínguez. Según leí ayer fue Hacienda quien comenzó a tirar del hilo al comprobar que los ingresos de la atleta no se correspondían con lo ganado en las pistas y con sus patrocinios. Me resulta llamativo que sea al final el maldito dinero quien haya podido corromper a alguien del prestigio de la atleta palentina. Lo que no pudieron las corredoras rusas o kenianas lo pueden los euros de un vulgar trapicheo de pirulas.
Si una persona normal se dobla un tobillo tarda más de quince días en recuperarse. Un deportista lo hace en tres. ¿Magia? No. En primer lugar cuenta con médicos que están encima de la lesión 24 horas al día, no 5 minutos cada 24 días. En segundo lugar, la capacidad de regeneración de mucho mayor en los que hacen deporte de alto nivel; y en tercer lugar, y lo más importante es que un deportista está dispuesto a seguir compitiendo con un "remiendo", en forma de infiltración y otros remedios que, aunque no curan del todo, si que permiten salir a la pista.
Entonces... ¿Dónde está el límite?
En la ley.
Hay una ley que dice qué se puede hacer y qué no. Y esa ley está basada en lo que los médicos determinan qué es tolerable y qué es peligroso para la salud. Lo bueno de la ley es que es igual para todos y marca lo que se puede hacer y lo que no.
Por eso, escudarse en que lo hacen todos no es justo. Todo el mundo recurre a ayudas para mejorar el rendimiento deportivo, pero hay unas ayudas legales y otras que no lo son. No todo vale. Y si se confirman las sospechas de la policía estamos ante un caso de una gente que se dedicaba a hacer trampas.
Para lo último dejo las acusaciones de tráfico de sustancias prohibidas que parece que recae sobre Marta Domínguez. Según leí ayer fue Hacienda quien comenzó a tirar del hilo al comprobar que los ingresos de la atleta no se correspondían con lo ganado en las pistas y con sus patrocinios. Me resulta llamativo que sea al final el maldito dinero quien haya podido corromper a alguien del prestigio de la atleta palentina. Lo que no pudieron las corredoras rusas o kenianas lo pueden los euros de un vulgar trapicheo de pirulas.
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