No sé si es por la crisis o porque no me quedan muchas pandillas de amigos, pero este año casi no he ido a cenas de navidad. Eso me ha dejado tiempo para hacer otras cosas tan indispensables como dormir, escribir mi segunda novela, ensayar para el Festival Internacional de Spoken Word y poner en orden algunas cosas de mi vida dándome cuenta de que definitivamente nunca es triste la verdad y que lo que no tiene es remedio.
Uno de los males del siglo XXI es la falta de sueño. Dormimos poco y mal. Por eso en estas fiestas me estoy curando y piltro horas y horas. Será que tengo la conciencia tranquila.
La novela es una terapia recomendable para aquellos que no desesperen ante la adversidad y no sean impacientes. La historia fluye, la protagonista ya tiene vida propia y casi se ha escapado de mis manos. Lo que ella no sabe es que yo si sé donde termina todo.
Y tengo que reconocer que me esperaba mucho peor los primeros ensayos del Spoken. No es que no me fíe de los chicos de Neorama, que son muy profesionales y no paran de trabajar, es que son muchos temas, muchos matices y pocas horas. Pero la verdad es que todos recordamos las historias bastante bien y creo que nos vamos a atrever a meter cosas nuevas.
Y todo lo demás es mío. Es lo único tengo. Lo que me queda después de irme con las manos en los bolsillos.
4 comentarios:
aùn cuando tenemos las manos en los bolsillos y entre ellas nada, vamos andando con un montòn de cosas con nosotros, entre ellas las satisfacciones y las preocupaciones, unas mucho màs apreciadas que otras obviamente.
Me alegro de que estès asi, con tanta actividad, y se te nota contento a pesar de la disminuciòn de las cenas navideñas! me intriga la mujer... la protagonista de la novela... quièn serà y còmo, què hitorias teje... un ABRAZO Sergio, surcando mares y ocèanos, Verito.
Piensa que las cenas de navidad no son importantes y que la que compartimos el año pasado ( almuerzo, merienda y cena) acabó en ruptura para algunos. Tienen su punto y nada más. La navidad, afortunadamente, dura cuatro días. Como una mala gripe.
Me pregunto si un escritor al final no le coge cariño a su personaje, y sufre con las cosas que le pasan. ¿no?
Daniela (la protagonista de El Museo de las Expectativas), vino a mi por caminos diferentes. Llegó como un reto; ser capaz de escribir sobre sentimientos desde la cabeza de una mujer es el desafío. Luego está un sueño en el que apareció ese lugar mágico, ese museo intrigante con una chica a sus pies. Y al final los viajes y las caras de los viajeros.
Creo que es posible enamorarse de un personaje aunque no es el caso. No estoy enamorado de Daniela, tengo más un sentimiento paternal hacia ella a pesar de que me costaría no caer rendido a sus pies, bueno, en mi caso, me iría a casa. (Ya contaré eso e un post). Gracias por vuestros comentarios
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