Hoy es día de reflexión, la jornada antes de ir a votar y muchos se preguntan para qué sirve una jornada como ésta. Es cierto que hay un alto porcentaje de la ciudadanía que tiene decidido su voto desde hace mucho tiempo otro porcentaje no sabe lo que hará hasta un rato antes de depositar su papeleta en la urna. Para unos y para otros este día es necesario.
Los estrategas de los partidos políticos se estrujan los sesos con una pregunta. La pregunta del millón. ¿Por qué una persona vota a otra? Yo tengo varias teorías y deseos.
Los motivos que hacen que alguien se decida a votar a un partido o a un candidato son, sobre todo personales, egoístas, como todo lo que se hace en la vida. Uno vota al que nos haga sentir mejor, porque es el más guapo, porque me ha ido mejor con el o con ella, porque mi pareja le vota, porque sus ideas en teoría se acercan más a las mías. El voto es una compra, una adquisición de hipotético futuro mejor, una revancha por un agravio con otro candidato, como cuando alguien se gasta un dineral en Zara porque en El Corte Inglés le fue mal, y lo hace creyendo que eso le fastidia a la tienda que has abandonado.
No seré yo quien diga que habría que votar por otras cosas. Me parece bien que votemos para intentar ser más felices. Así que ha llegado la hora de reflexionar y pensar muy seriamente qué es lo que te hace feliz y gracias a quien te puedes sentir así. Piensa, piensa, piensa...
¿Ya?
Pues no faltes mañana. Tu felicidad depende de ello.
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