Hasta hace una horas el problema de los mineros del norte de España era un asunto que no interesaba a los medios nacionales más allá de los altercados que se estaban produciendo por los cortes de carreteras de Asturias, León y Aragón y por los incidentes entre los trabajadores y la policía. Pero anoche los mineros se hicieron visibles al llegar a Madrid. Una marea de apoyos los recibió e iluminaron una marcha negra dando luz a las caras machadas por el carbón que llevan siglos sacando de las entrañas de la tierra. Son el último germio, los que nunca fallaron, los que vuelven a dar una lección, que además ya saben que no están solos.
Hace un montón de días que comenzaron las protestas pero allí arriba, en las cuencas (cuenques) su voz sólo era ecuchada por los medios regionales y por los internacionales, más acostumbrados a estas lides que los gordinflones de la capital de España que ni tienen ni idea de historia de su propio país. Al principio comenzaron cortando carreteras y algunos se encerraron en los pozos, a más de 400 metros de produndidad (piensa en montarte en un ascensor un estar bajando 15 minutos...). Pero el ministro Soria, que tampoco parece conocer la historia de España, subestimó el aguante de los mineros y no les hizo caso.
Con estas prespectivas los mineros se organizaron entre las diferentes partes de España (como siempre han hecho, insisto, estudien la historia de España) y montaron una marcha hacia Madrid que comenzó hace días desde diferntes puntos de nuestra geografía. Poco a poco fueron bajando. Jornada a jornada. Ganando adeptos en cada pueblo que visitaban, en cada plaza en la que paraban a refrescarse. La gente los veía pasar luchando por sus puestos de trabajo, cantando viejas canciones que hacía tiempo que no sonaban, con las caras sucias pero las miradas y el corazón claros. Y fueron ganando más adeptos.
Y las autoridades de Madrid también subestimaron a los mineros porque quizás tampoco saben de historia. Y les dijeron que no podían quedarse en la ciudad y que cuidadito con lo que hacían. Pero los mineros siguieron andando, acercándose a su capital, porque Madrid, ya lo dice el slogan de Esperanza, es la suma de todos. Y llegaron a las puertas. Y entraron dentro.
Al entrar se encotraron con miles de adeptos a su causa. Miles de luces que iluminaban su causa negra. Miles de corazones que se unieron para defender "el gremio". Miles de voces calladas en una vigilia digna de las portadas de los medios más importantes del mundo. Los mineros ya estaban en Madrid, y no estaban solos.
¿Y ahora qué?
El ministro debería reunirse con ellos, que para eso está.
El ministro debería ofrecerles una solución menos traumática que la que está encima de la mesa. Es posible que las minas, tal y como están diseñadas en España, no sean rentables económicamente, que el carbón contamine. Pero si hay un plan que llega hasta 2014 o 1016, debería respetarse y preparar a esas comarcas para el cierre durante estos años con planes alternativos que no condenen a zonas de españa que llevan siglos viviendo de la mina y sus empresas auxiliares.
Si no les ofrecen un plan B los mineros se harán revolucionarios. Y de eso esta gente sabe casi más que de sacar carbón de las extrañas de la tierra. Y si, miren la historia.
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