Soy un firme defensor de las televisiones autonómicas y las televisiones locales. Creo, sinceramente, que si no existieran estos medios nadie hablaría de las cosas que ocurren en los ámbitos más cercanos al ciudadano con calidad y profesionalidad. Por desgracia, la televisión es un medio muy caro, y para que sea rentable por si misma hay que bajar tanto los estándares de calidad que deja de ser interesante para cumplir esa labor con la sociedad. Por eso, las televisiones autonómicas deben ser públicas. Para garantizar que sus contenidos pueden ser de calidad, que pueden tener unos informativos acordes a lo demandado sin tener que mirar la cuenta de pérdidas y ganancias por encima de todo.
Por eso, cuando escucho a alguien decir que lo mejor que podemos hacer con las televisiones autonómicas es privatizarlas me entra miedo. En este caso ha sido la dirigente del PP Ana Mato, pero me da igual que lo diga. Dos motivos para estar en contra:
- Es cierto que en muchos casos, la historia de las televisiones autonómicas está llena de informativos manipulados (unos más que otros), de ruinas económicas (unas más que otras) y de dudoso nivel en sus programaciones (unas más que otras). Con la privatización estaríamos asumiendo que no somos capaces de arreglarlo. Al concederle a una empresa la TV se acabarían las posibilidades de tener la tele soñada. A partir de ese momento estaríamos ante un modelo en el que los beneficios pasarían a ser los que mandaran en detrimento de la calidad y el servicio público.
- El proceso de privatización abre un espacio para que las concesiones sean dadas a los amigos de cada gobierno para garantizar su apoyo para siempre. Los Parlamentos y los ciudadanos dejaremos de tener voz y voto en las decisiones sobre el modelo de televisión que queremos.
Que las televisiones autonómicas necesitan un replanteamiento es innegable, pero cuestionar su existencia o privatizarlas no son la solución.
Por eso, cuando escucho a alguien decir que lo mejor que podemos hacer con las televisiones autonómicas es privatizarlas me entra miedo. En este caso ha sido la dirigente del PP Ana Mato, pero me da igual que lo diga. Dos motivos para estar en contra:
- Es cierto que en muchos casos, la historia de las televisiones autonómicas está llena de informativos manipulados (unos más que otros), de ruinas económicas (unas más que otras) y de dudoso nivel en sus programaciones (unas más que otras). Con la privatización estaríamos asumiendo que no somos capaces de arreglarlo. Al concederle a una empresa la TV se acabarían las posibilidades de tener la tele soñada. A partir de ese momento estaríamos ante un modelo en el que los beneficios pasarían a ser los que mandaran en detrimento de la calidad y el servicio público.
- El proceso de privatización abre un espacio para que las concesiones sean dadas a los amigos de cada gobierno para garantizar su apoyo para siempre. Los Parlamentos y los ciudadanos dejaremos de tener voz y voto en las decisiones sobre el modelo de televisión que queremos.
Que las televisiones autonómicas necesitan un replanteamiento es innegable, pero cuestionar su existencia o privatizarlas no son la solución.
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