Colores chispeantes pueblan el cielo de mi cerebro.
Una playa al final de la calle Curro Romero de la Feria ha aparecido de pronto tras los eucaliptos, como por arte de magia.
Mi boca es una mina seca abierta en busca de algún líquido, pero el más simple contacto con el aire me duele a morir.
Mis manos han perdido toda su capacidad de destrucción y apenas pueden ya si acaso mantenerse asidas a las tuyas.
El aire se complica, se hace denso, cargado de seres minúsculos que salen de cada estornudo y que quedan atrapados en estas cuatro paredes.
Vivo cambios atmosféricos sin salir del nórdico. Paso de cálidos veranos a fríos inviernos que sólo percibimos Pocoyo y yo.
Una cámara térmica me dibujaría amarillo. Mi temperatura corporal se asemeja a un 30 de julio a las 4 de la tarde en el Salón de Écija.
1 comentario:
cuidate Chicho que los años no pasan en valde ... -)
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