Hay veces que me pregunto que será de nosotros cuando Clint Eastwood se muera. Después de ver Gran Torino la pregunta se agranda más y más. Dentro de un Universo cinematográfico huérfano de gente con oficio y dinero suficiente para hacer grandes películas, la figura de Eastwood emerge como la Isla del Día de Antes, cerca y sin embargo a 24 horas de distancia. Aún cerca, pero lejos al mismo tiempo.
El personaje de Kovalski bien pudiera ser Harry el Sucio envejecido, pero no lo es. La manera que tiene Eastwood de interpretar a los tipos duros por fuera y rectos por dentro es genial. Uno se pregunta cómo puede caernos bien un tipo racista que no se lleva bien con sus hijos, odia a sus nietos y que no llora en el entierro de su mujer. Pues lo consigue..
Big Torino es además una buena manera de conocer la realidad del medio oeste americano en el que he tenido la suerte de crecer. La película iba a rodarse en Minnesota, pero una ley que reduce los impuestos para películas de cine y TV del Estado de Michigan hizo que la producción se mudara a las afueras de Detroit y que Kovalski se convirtiera en un trabajador de la Ford retirado. Una matrícula del 76 de Michigan aparece en la ventana del sótano de la casa del protagonista, una igual que la que yo tengo guardada en una caja y que estuvo colgada en mi cuarto años y años.
La realidad de esos barrios de las afueras de las ciudades de Michigan es justo lo que aparece en esta película con nombre de coche. Gente mayor que lleva viviendo toda la vida en la misma casa y que ve como el mundo que conocieron ya no existe, se está muriendo con su generación, mientras surje otro que no entienden y que parece haber perdido los códigos por los que se movían. Jóvenes que faltan el respeto a los mayores, aluvión de asiáticos, coches japoneses... (éste punto es especialmente gracioso. En Michigan es de muy mal gusto y hasta ofensivo comprarse un coche que no sea americano).
Por último está el coche que da nombre a la película. Un Gran Torino del 72. El año en que nací yo. Mi coche favorito de cuando era pequeño. Era el famoso coche de Starsky y Hutch (ellos lo llevaban en rojo y blanco) que se paseaba por las calles deteniendo malos.
La secuencia final es buena... no diré más. Y la imagen final, con el lago Saint Clair y el río Detroit me estremece. Cosas de la edad y los recuerdos.
2 comentarios:
Me gusta Clint Eastwood desde que fuí con mi padre a ver "La muerte tenía un precio", ya ha llovido...
Tiene pelis magníficas, "Gran Torino" me ha parecido magistral, reí y lloré, ¡mucho!...
Un saludito, Aurora.
simplemente impresionante, me ha encantado
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