Mi amigo Joselito Vega es un joven armador de Barbate. Hace años compró un barco con todos los adelantos tecnológicos habidos y por haber. El día de su botadura vino gente de todas partes, de las administraciones para decir que ése era el futuro de la pesca en Andalucía, la inversión en tecnología, en I+D.
Al poco de esa inversión Jose tuvo que abandonar los caladeros marroquíes, creo que no los llegó a navegar. Desde entonces pesca por los caladeros de la Bahía de Cádiz.
Esta mañana me ha contado que está vendiendo las cajas de boquerones de 9 kilos a 14 € la caja. Luego eso se traduce en precios astronómicos en el mercado que él, por su puesto, no ve.
Los caladeros de Cádiz están a 30 millas de la costa y a 200 metros de profundidad, con el gasto que ello conlleva de gasoil y tiempo de llegada al lugar.
José está desanimado. Tras una inversión millonaria y jornadas de trabajo de 12 horas o más no ve salida al negocio de la pesca. La lonja es descorazonadora. Pero él sigue, cada día, saliendo a la mar, con la misma moral que tenían los pescadores de antes, los de toda la vida en Barbate.
Está claro que la comercialización de los productos es, en toda sociedad capitalista, la que tiene un mayor margen de beneficios. Pero en este caso estamos hablando de un producto de primera necesidad y de un sector de producción básico en algunas zonas de Andalucía. No sería mucho pedir que se pusieran mínimos y máximos (al estilo de las gasolinas) para estos productos y así impedir que unos pocos se hagan millonarios gracias al sudor de gente como Jose. El capitalismo y el sector primario no deben estar reñidos, pero si mucho más reglados. Estoy seguro que el cliente final, el consumidor de pescado, estaría más satisfecho.
Ánimo Jose.
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