En los convulsos primeros años del siglo pasado había un médico en la zona minera de Huelva que defendió a los mineros a capa y espada ante los patronos ingleses y franceses de la zona que negaban a los trabajadores onubenses lo que daban a los de sus propios países. Su defensa iba más allá de todo lo imaginable hasta el punto de no cobrar absolutamente nada mientras atendía a muchos de los mineros que no tenían con qué pagarle.
Este hombre, llegado el día, enfermó y acabó muriendo sin que los dueños de la mina quisieran pagarle el entierro. Se juntó además en ese momento el Golpe de Estado del 36 y los sucesos de ese año. Los mineros se pusieron de parte de la República y tras perder fueron masacrados. Los que sobrevivieron a la masacre fueron fuertemente represaliados. En aquellas circunstancias el médico hubo de ser enterrado en una zona anexa, junto a otros mineros, casi en el anonimato y con un sepelio pagado por los propios trabajadores agradecidos por su dedicación.
Su propio hijo nunca supo donde estaba su padre ya que los mineros, por miedo, no lo contaban y así pasaron los años, el pequeño hijo del médico emigró a Cataluña y pasaron 70 años. Hace poco, una prima del ya anciano hijo del médico comenzó a investigar el paradero de su tío con la intención de cumplir con la voluntad de un hombre al que se le había negado la oportunidad de visitar la tumba de su padre por el simple hecho de defender a los trabajadores.
Tras muchas gestiones se ha podido averiguar el sitio exacto e incluso se ha conseguido montar un traslado oficial a un lugar más acorde con el legado del médico. Su hijo, un anciano ya de 88 años, no pudo venir desde Barcelona al acto que se había organizado en la provincia de Huelva para homenajear a su padre, pero la prima si que estaba allí.
Habrieron la tumba, miraron lo que había dentro... Y allí estaba el pobre médico... O lo que quedaba de él. La sobrina del facultativo llamó en ese momento a su primo por teléfono para que pudiera vivirlo al menos de esa manera.
- ¿Angelines? Preguntó la prima- Soy Amparo. ¡Pásame a mi primo que en este momento están abriendo la tumba de su padre!
- ¡Hay Amparín que disgusto! Dijo la anciana mujer del hijo del médico.
- ¿Qué ha pasado? Preguntó la prima.
- Tu primo acaba de morir en este instante. Contestó la pobre señora.
Amparín se quedó muda. Mientras, los descendientes de los mineros rompían a aplaudir cuando los restos del médico salían a la luz. La mujer del hijo prosiguió:
- Ha sido ahora mismo. Sin darnos cuenta. Ha sido de pronto, como si lo llamaran desde el otro lado.
Este hombre, llegado el día, enfermó y acabó muriendo sin que los dueños de la mina quisieran pagarle el entierro. Se juntó además en ese momento el Golpe de Estado del 36 y los sucesos de ese año. Los mineros se pusieron de parte de la República y tras perder fueron masacrados. Los que sobrevivieron a la masacre fueron fuertemente represaliados. En aquellas circunstancias el médico hubo de ser enterrado en una zona anexa, junto a otros mineros, casi en el anonimato y con un sepelio pagado por los propios trabajadores agradecidos por su dedicación.
Su propio hijo nunca supo donde estaba su padre ya que los mineros, por miedo, no lo contaban y así pasaron los años, el pequeño hijo del médico emigró a Cataluña y pasaron 70 años. Hace poco, una prima del ya anciano hijo del médico comenzó a investigar el paradero de su tío con la intención de cumplir con la voluntad de un hombre al que se le había negado la oportunidad de visitar la tumba de su padre por el simple hecho de defender a los trabajadores.
Tras muchas gestiones se ha podido averiguar el sitio exacto e incluso se ha conseguido montar un traslado oficial a un lugar más acorde con el legado del médico. Su hijo, un anciano ya de 88 años, no pudo venir desde Barcelona al acto que se había organizado en la provincia de Huelva para homenajear a su padre, pero la prima si que estaba allí.
Habrieron la tumba, miraron lo que había dentro... Y allí estaba el pobre médico... O lo que quedaba de él. La sobrina del facultativo llamó en ese momento a su primo por teléfono para que pudiera vivirlo al menos de esa manera.
- ¿Angelines? Preguntó la prima- Soy Amparo. ¡Pásame a mi primo que en este momento están abriendo la tumba de su padre!
- ¡Hay Amparín que disgusto! Dijo la anciana mujer del hijo del médico.
- ¿Qué ha pasado? Preguntó la prima.
- Tu primo acaba de morir en este instante. Contestó la pobre señora.
Amparín se quedó muda. Mientras, los descendientes de los mineros rompían a aplaudir cuando los restos del médico salían a la luz. La mujer del hijo prosiguió:
- Ha sido ahora mismo. Sin darnos cuenta. Ha sido de pronto, como si lo llamaran desde el otro lado.
1 comentario:
Descansen en Paz or siempre, los que tuvieron y dieron.
Amen.
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