Ferrán Adriá ha anunciado que cierra El Bulli dos años para pensarse qué va a hacer a partir de 2014. No puede cerrar hasta el 2010 porque tiene que atender las reservas que tiene en su restaurante cuya lista de espera llega hasta esas fechas. No es que le vayan mal las cosas al cocinero español más famoso en el mundo, es que está agotado de hacer casi siempre lo mismo y quiere renovarse. Un hecho que demuestra claramente que la cocina es un arte.
Muchos se han apresurado a criticar al cocinero diciendo de él que es un prepotente y que cómo alguien en plena crisis puede permitirse el lujo de anunciar que se va a pegar un par de años sabáticos; otras le han recomendado que si tiene tanto dinero y ganas de hacer otras cosas que lo done a Haití y se vaya a esta isla a hacer de comer a los danmificados...
El dinero de Adriá no se lo hemos pagado todos los españoles con nuestros impuestos, su patrimonio se lo ha ganado él solito con su equipo y con el dinero de sus clientes que cada noche comen y cenan en su restaurante. No le podemos pedir nada a quien no nos lo debe.
Pero hay otra reflexión que es la que más me interesa: La cocina como arte. Muchos han dudado de ello, pero Adriá está cansado de hacer lo mismo como un actor que lleva años interpretando el mismo papel, como un pintor que pinta siempre el mismo cuadro, como un cantante que canta la misma canción. El actor quiere hacer una obra nueva, el escritor un libro nuevo y el cantante un disco diferente. Es ésa la necesidad que tiene Adriá, como artista que es, de sentarse a componer sus "canciones culinarias" en su estudio particular.
Los creadores necesitan (necesitamos) un espacio físico y temporal para desarrollar lo que llevan (llevamos) dentro y eso es muchas veces incompatible con el trabajo del día a día. Hay quien tiene la suerte de poder parar todo y dedicarse a crear, para luego tener algo diferente que ofrecer al público.
La cocina es un arte, es creación y para sorprendernos con un plato nuevo, Adriá debe tomarse ese descanso de El Bulli y atender a ese impulso vital que lleva dentro. Seguro que llegará el día que lo agradezcamos.
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