Hace unos día colgué en Instagram y en Facebook una foto con un mensaje enigmático que ha provocado numerosas preguntas acerca del mismo. Era éste: "De camino a una cena que llevo esperando 30 años. Literalmente"
Alguien me ha preguntado si al fin había ingresado en alguna logia masónica, o si se trataba de un ritual de iniciación que había durado todo ese tiempo... Todo es mucho más entrañable.
Hace 30 años, literalmente, los sevillanos también paseaban por el Callejón del Agua. En esos años (late 80´s) el barrio de Santa Cruz no era coto de turistas y los locales salían por allí. Una zona de marcha, vaya. Así que por esa calle pasábamos mis amigos y yo muchas veces. Éramos tres colgados del aro que estábamos juntos todo el tiempo del mundo.
En esa calle había un restaurante con un patio precioso que se podía ver desde fuera y al que nos asomábamos alucinados cada vez que pasábamos por allí. Para nosotros, adolescentes sin un duro, aquel restaurante nos parecía la cúspide romántica y culinaria. Cenar en aquel establecimiento era un anhelo, un síntoma de hacernos personas hechas y derechas (o izquierdas).
Pero claro, eso no era fácil. Los precios que aparecían en la carta colgada en la puerta lo hacían imposible de todas todas... Por aquel entonces.
Y una noche ocurrió.
No. No cenamos allí.
Volvamos a mis amigos.
Juan, uno de ellos, iba de sensiblón más que yo, que ya es decir. Si a mi me llaman "papilla" a él le habrían llamado "Blevit", porque tenía momentos de sensiblería adolescente que ya nos vale...
A Juan le dio un día por decir que él nunca se casaría. ¿Quién iba a querer casarse con él?
Y nosotros: ¡Venga ya Juan, si tu vas a ser el primero en caer!
No sé si era una treta de Juan. Porque el muy grandullón nunca apuesta si no es sobre seguro. Pero tras mucho insistir, Juan dijo:
"Me apuesto un cena en El Corral del Agua a que alguno de vosotros dos os casáis antes que yo".
Y así nació la apuesta.
Cogimos seis papelitos y los firmamos. "Yo Sergio Crespo Gil, con DNI... me comprometo a pagar una cena en El Corral del Agua a Juan... si soy el primero de los tres en contraer matrimonio" decía. Y los guardamos.
Vaya si los guardamos.
Si has llegado leyendo hasta aquí ya te imaginas el resultado...
Si. Juan se casó primero.
Y Alberto y yo teníamos el papelito de Juan.
Guardado durante 30 años.
Así que Juan nos las debía. Pero no pagaba... Hasta el otro día, que saldó al fin su deuda.
Es un milagro que el Corral del Agua siga abierto. Y no lo digo por su comida. Es que son demasiados años en medio. Pero si. Allí sigue. Y su patio también.
Fuimos, comimos y casi pedimos el vino más caro.
Y Juan pagó.
Nos lo debía. Nos lo debíamos.
Ahora todos somos más felices.
Un post: Haz lo que tengas que hacer con las personas que quieres. No esperes 30 años. La vida no te suele dar tanto tiempo para hacerlas.
2 comentarios:
Qué hermosa historia. Daría para un relato breve, o para un corto, aunque el mejor formato se lo has dado ya tú, Sergio, el recuerdo y la actualización del mismo. Enhorabuena, y un abrazo.
30 años son muchos para esperar, si algo puede suceder en un minuto, cuánto no en 30 años, sin embargo es justo lo que lo hace más especial, divertido e incluso hermoso.
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