No parecía que tuvieran mucho apetito, ni que tuviera un gusto exquisito, pero el otro día tres astronautas se zamparon la primera lechuga crecida en el espacio. La noticia, que podría parecer propia del verano, es mucho más importante de lo que podemos pensar. Quien siembra una lechuga, planta un tomate, y quien planta un tomate, planta dos, tres, cuatro... Y ya tenemos comida en el espacio. Lo importante de los inventos es eso, quien lo inventa. Luego ya, si eso, vienen los ingenieros y lo mejoran a saco. Pero en esencia, ya es lo mismo.
Pasó con el teléfono móvil. Lo difícil era hacer un teléfono sin cable, a partir de ahí, ya es el mismo aparato. Más pequeño, con más capacidad, con más aplicaciones, con la pantalla más grande... Pero es un móvil. Lo mismo ocurrirá con los drones. Si uno es capaz de llevar un paquete tal y como pretende Amazon, significa que estamos a un paso de poder montar a una persona, y quien monta a una, monta a dos, a tres... Y ya tenemos un coche que vuela. Inventado el dron, solo falta mejorarlo para poder montarnos encima.
La lechuga cósmica es un paso esencial para poder vivir más tiempo en el espacio. La base es que los tipos que estén en una nave no dependan de que lleguen suministros desde la Tierra, sino que sean autosuficientes. El paso siguiente será la cría de animales en el espacio. La granja espacial daría verosimilitud a la vida estable fuera de la Tierra. Pata negra del espacio. Ya lo estoy viendo.