Sabía muchas cosas del General Queipo de Llano, pero lo que aún no me había contado nadie es que fuera un trincón. Lo que le faltaba. Échale guindas al pavo. Que no se me moleste la familia, que no lo digo yo, que es lo que dicen los más de 400 documentos secretos que acaba de desclasificar el gobierno británico. En ellos se dice que el 4 de junio de 1940, el embajador británico en Madrid, sir Samuel Hoare, envió un mensaje cifrado de la máxima urgencia, secreto y “personal” al secretario del Foreign Office, el vizconde Halifax. “Hay indicios de que está cogiendo impulso la idea de abandonar la neutralidad y tengo la impresión de que ha llegado el momento de actuar de forma inmediata para verificarlo”, arrancaba el texto. El embajador cree tener “una forma segura” de acceder a los ministros mejor colocados y a personas influyentes dentro de la recién estrenada estructura de poder español, entre los que estaba el "Virrey de Andalucía".
Esa forma de “influir de forma decisiva y asegurar la neutralidad de España” en la II Guerra Mundial no es otra que el pago de sobornos, para lo cual necesita de “un máximo de medio millón de libras” y exige de forma “urgente” la autorización. Y ruega que “si hay alguna duda, se consulte con el primer ministro”, Winston Churchill. Al final, los británicos se gastarían 13,5 millones de dólares en sobornos (hoy 222 millones, 170 de euros). Los pagos se harían a través del banquero mallorquín Juan March y los sobornados no sabrían que el dinero procedía del Gobierno británico. El mayor problema no fue encontrar candidatos a ser sobornados, sino que March pudiera hacerse con el dinero sin levantar sospechas. La fórmula elegida, una cuenta en Nueva York de un banco suizo, levantó las suspicacias del Tesoro de EE UU, que bloqueó la cuenta durante meses.
El embajador Hoare recibió luz verde con el visto bueno directo de Winston Churchill y el canciller del Exchequer y ministro del Tesoro, sir Kingsley Woody. El 9 de junio confirmaba en un nuevo telegrama que las negociaciones “se desarrollan de forma satisfactoria” pero advertía que serían necesarias “cantidades más amplias” que el medio millón de libras estimado al principio. El Foreign Office cuestiona el 14 de junio la posibilidad de autorizar un gasto superior, pide detalles de la operación y avisa al embajador que si las ofertas de sobornos son rechazadas y se llega a conocer la implicación británica la consecuencia sería “un daño infinito”. “Tengo dudas de enviar ningún nombre, ni siquiera en un mensaje cifrado”, responde al día siguiente el embajador. “Tienen que aceptar mi palabra de que las personas son de la mayor importancia”, asegura, y lanza una advertencia definitiva: “Puede muy bien ocurrir que la entrada de España en guerra dependa de la rapidez de nuestra actuación. La situación es crítica”. El 21 de junio, el Foreign Office confirma que “el dinero ha sido depositado según lo acordado en el Swiss Bank Geneva en Nueva York”.
Un informe firmado por el comandante Furse el 26 de junio y dirigido a Churchill y sir Kingsley sintetiza la operación desde el punto de vista de la legación en Madrid. “La Embajada opina que España está a punto de entrar en guerra y solo la adopción de esta estrategia puede evitarlo”, describe. “Franco desea seguir siendo neutral pero está aterrorizado con Alemania; Suner [Suñer] Yague [Yagüe] y el ala izquierda de la Falange están a favor de la intervención; el ala derecha (Requetés, Carlistas, empresarios, la mayoría del Ejército y los campesinos) están por la neutralidad”, prosigue el militar.
“El objetivo de sir S. Hoare es dar al ala derecha la fuerza necesaria para que se puedan organizar. Esa organización sería pro-España y anti-extranjera (por ejemplo, tanto anti italiana como anti inglesa) pero no reclamaría Gibraltar hasta después de la guerra”, continúa. Y explica que “la oposición a Suñer se está organizando a través de Juan March, con el que el agregado Naval está en contacto directo”. “March actuó como un agente doble para nosotros y para los alemanes en la última guerra y está de nuevo en contacto con nosotros”, recuerda.
March se encargó de contactar con ministros y militares (a menudo eran ambas cosas), pero no por amor al arte: no solo se acabaría embolsando cinco millones de dólares, sino que a juicio de los británicos, March quiere que fracasen las políticas de Ramón Serrano Suñer como ministro de Exteriores “para salvar sus inversiones e incrementar su poder”. El documento de Furse detalla a continuación los pagos comprometidos y el grado de compromiso de los implicados en la operación, también el dinero prometido a cada uno y el calendario de los pagos. Documentos posteriores especifican además que de los 13,5 millones de dólares a pagar, 3,5 se abonarían al final de la guerra. De los otros 10 millones, dos ya se habían pagado cuando Furse envía su informe, tres se deben entregar de inmediato y de una vez y los otros cinco (la comisión de March), al cabo de seis meses.
Luego cita a los implicados y lo que recibe cada uno en dólares: Nicholas \[sic\] Franco (2 millones); general Varela (2); general Granda (2); el secretario general de la Falange, Gallardo (1); general Kindelán (500.000 dólares), del que añade entre paréntesis: “Es un chorizo”. Todos reciben el dinero directamente de March. Siete más están en la operación pero solo tres, los generales Queipo de Llano, Orgaz y Asensio, reciben pagos, sin que se detalle la cantidad. Los otros cuatro son los generales Llana, Moreno, Alonso y Solchagar y el ex secretario general de la Falange, Muñoz Grandes. Un telegrama del embajador Hoare del 28 de junio explica: “Los planes están dando resultados. El general Yagüe, protagonista de la entrada de España en la guerra, ha sido despedido”.
No me quiero ni imaginar los motivos por los que el Estado Español guarda aún tantos documentos relacionados con la Guerra Civil y los años posteriores y los sigue declarando "secretos". Cosas como ésta me dan pistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario