Subir una montaña, para llegar arriba, poner los brazos en jarras, y volverse a bajar. Visto así es una gilipollez, quizás por eso le hemos puesto otro nombre como escalar, que suena a deporte. (y es que todos los deportes visto con simpleza son una gilipollez: 22 tios en calzoncillos detrás de una pelota; 10 larguiruchos en ropa interior intentando meter una pelotaza por un aro; esos que dan vueltas a una pista; los que le dan a una pelotita con una pala; y esos que intentan meter una bola en un agujero dándole con un bastón...). El caso es que subirse a lo alto de las cosas es muy primate, quiero decir que está en lo más profundo de nuestro subconsciente. Por eso, y porque soy gilipollas (osea que me gusta hacer deportes), me subí a uno de Los Frailes.
Desde pequeño nos gusta subirnos a lo más alto de lo que tenemos alrededor. Será que en la infancia estamos más cerca de nuestros ancestros primates. El que tenga niños lo sabe bien, y el que no, que recuerde sus días en los parques en los que se subía encima del tobogán a mirar desde arriba antes de tirarse, una y otra vez. Quien no se ha subido a un árbol mientras su madre le gritaba: "niñ@, bájate de ahí que te vas a caer". Y tu ni puto caso. Yo en casa tengo a dos escaladores- primates cuya máxima es "mientras más alto- mejor. mientras más inestable sea la superficie de escalada- mejor todavía". Les salvo la vida una media de tres veces al día. Dicen que esta etapa pasará aunque no sé si llegaré a verlo.
Me levanté a las 7:30. Si yo. Si, por gusto. Y tras tres horas de subida llegué a la cima de uno de "Los Frailes" en Cabo de Gata, Almería. Es la montaña más alta de la sierra, y un antiguo reto que me ´corroía la mente cada verano. Fue emocionante, divertido y cansado. Todo para llegar arriba, poner los brazos en jarras... Y contemplar una de las vistas más bonitas que había visto.
Luego tuve que bajar. Me caí tres veces, ninguna grave y cuando llegué a casa estaba tan contento como cansado. Quizás algún día, cuando los dos primates que tengo en casa crezcan y dejen de subirse a los sofás, mesas, armarios y otros sitios mucho más inverosímiles que omito por vergüenza y miedo a que me quiten la custodia, quizás entonces suban conmigo al Fraile.
De momento, el año que viene subo otra vez. Gilipollas que es uno.
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